17 enero, 2019
31 marzo
07/02/2019
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Brasil, el lugar en el mundo para Shamell

''Nací en Alabama y cuando tenía 6 meses nos mudamos a California, a un lugar entre San Francisco y Fresno. Comencé a jugar al básquetbol recién a los 13 o 14 años, algo que no es habitual en Estados Unidos ya que los niños suelen comenzar a una edad menor. Antes había probado con el fútbol americano y con el atletismo. Mis inicios fueron en Washington Union High School, en Fresno, donde fui compañero por tres temporadas de DeShawn Stevenson, con quien ganamos un par de campeonatos estatales. Tuve una explosión tardía en mi juego, estuve en algunos de los campamentos más importantes y a partir de ahí llegué a ser uno de los diez mejores escoltas del país a nivel colegial detrás de jugadores como Keith Bogans, Joe Forte, Jamal Crawford, Casey Jacobsen y Jason Kapono. Fui a la Universidad de San Francisco en donde jugué cuatro años y tuve varios altibajos”.

Este es el comienzo de la historia de Shamell Stallworth y su vínculo con el básquetbol. Hasta aquí, un recorrido similar al de varios jóvenes estadounidenses que sueñan con llegar a la NBA. Pero Shamell, si bien lo deseaba, sabía que no alcanzaría esa meta. “Intenté llegar a la NBA a pesar de no haber sido elegido en el Draft pero me rompí un pie en dos oportunidades. Era competitivo, era rápido y era bastante atlético. Sin embargo, no tenía la contextura física ni la altura necesarias para poder jugar en la NBA. De todos modos lo intenté en algunos campamentos de New Jersey Nets, Sacramento Kings y Golden State Warriors pero no pasó de eso a pesar de que mostré mi capacidad de lanzamiento y un buen nivel de juego en general. Entregué todo de mí. Para llegar a la NBA no alcanza solamente con eso. Hay todo un marketing detrás que yo no tenía. Fue duro para mí”.

Luego de no conseguir un equipo en la NBA, Shamell terminó sus estudios de dos carreras: Psicología y Marketing de negocios. Se había lesionado un pie y su mente no estaba enfocada en el básquetbol. Pero cuando se recuperó, lo volvió a intentar. “Entonces, me incorporé a un equipo con el que viajamos a Europa y a China para jugar amistosos contra equipos profesionales e intentar conseguir un trabajo. A partir de esa experiencia me llegó una oferta para jugar en Brasil y desde ese momento hasta hoy jugué 13 de mis 15 años como profesional allí”.

El primer equipo que se interesó por Shamell fue Uniara de Araraquara –un equipo que ya no compite profesionalmente-, donde jugó 6 meses. “Fue difícil porque era una cultura muy diferente a la que yo conocía. Decidí volver a Estados Unidos para probarme en la Liga de Desarrollo de la NBA pero no funcionó. Pensé en abandonar el básquetbol definitivamente. De hecho, comencé a realizar otro tipo de trabajos, como asesor financiero en un banco”, cuenta Shamell. Pero apareció un segundo llamado desde Brasil, esta vez de Paulistano. “Me contactaron para ir a jugar y pensé ‘¿por qué no?’. Mi madre me alentó a aceptar la propuesta. Y apenas llegué me encontré con un conflicto. El coach, que era José Neto, no me quería en el equipo. El que me había buscado fue el general manager Claudio Mortari, quien luego sería mi coach en Pinheiros. A pesar de la negativa inicial, Neto comenzó a conocerme y a saber lo competitvo que soy. Le demostré que jugaría y daría todo por él, me quisiera o no. Y así me gané su respeto. Trabajé muy duro y jugué tres años para Paulistano con José, con quien terminamos construyendo una amistad, como entrenador”.

El período en Paulistano fue el que afianzó la carrera de Shamell. Definitivamente, ya era un jugador valorado en Brasil. Sin embargó, el escolta decidió emigrar para dar un salto hacia Europa. Jugó 1 año en Croacia, en KK Zadar. “Tuve una buena temporada, competimos bien en la copa y ganamos la liga croata”. El siguiente destino fue China, para jugar 4 meses en Zhejiang Cyclone “pero no era para mí. Eso no era básquetbol. Los extranjeros buscaban solamente jugar uno contra uno, tirar mucho al aro y mejorar sus estadísticas. Mientras estaba en un lugar en el que no me sentía cómodo, no veía el crecimiento de mis dos hijos, que estaban en Brasil. Ellos comenzaron a caminar y yo no estaba ahí para disfrutar ese momento junto con la madre”, recuerda Shamell.

El tirador rompió su contrato en China y regresó a Brasil para fichar por Limeira. Allí ganó el campeonato Paulista. El siguiente pasó lo dio hacia Pinheiros, club con el que llegaría a lo más alto de América. “Ahí hicimos historia. Ganamos la Liga de las Américas en 2013 jugamos dos Final Four consecutivas y tuvimos la posibilidad de disputar la Copa Intercontinental frente a Olympiacos. Si bien hicimos un par de buenos partidos, ahí me di cuenta del nivel de los grandes equipos de Europa. Conversé con Vasilis Spanoulis y es charla me hizo entender que muchos grandes jugadores no están interesados en la NBA y sí en construir una carrera en Europa y en ser importantes para su seleccionado nacional”.

Aquella etapa gloriosa en Pinheiros finalizó en 2014 cuando Shamell llegó a la que desde ese momento es su casa: Mogi das Cruzes. “Acá también tuvimos logros que el club nunca había conseguido. Ganamos la Liga Sudamericana y estuvimos en dos Final Four de la Liga de las Américas, algo muy complicado. La gente piensa que es fácil pero es todo lo contrario”. En cada éxito internacional, tanto en Pinheiros como en Mogi, Shamell recibió el premio al MVP.

Tantos años en Brasil han transformado a aquel chico de Alabama en un hombre con algunas costumbres sudamericanas. “Me encanta comer carne asada, aunque no sé cocinarla. También me gustan la música y la cultura brasileña. Lo que no disfruto es ir a la playa, algo que la gente ama allí. Mucho menos usar sunga”, dice Shamell, quien aún no ha logrado hablar del todo bien portugués y elige el inglés para comunicarse en las entrevistas.

El paso de Mogi das Cruzes por esta edición de la competencia de clubes más importante del continente no fue el esperado. Tras ser subcampeón en 2018 tuvo una renovación en el equipo y quedó rápidamente eliminado, con 3 derrotas en el grupo C disputado en Valdivia, Chile. “No es sencillo reconstruir un equipo. El año pasado disfrutamos de un gran equipo. Teníamos a Larry Taylor, a Jimmy Oliveira y Tyrone Curnell que estaba en un excelente nivel. Si hubiéramos sido campeones, él habría sido el MVP. Ahora hay muchos jóvenes. Joao Paulo Batista y yo somos los veteranos que intentamos guiarlos pero lleva tiempo y mucho trabajo volver a tener esa química. Les cuesta incluso a los equipos de la NBA que cambian muchos jugadores”, explica Shamell.

Si uno piensa en los jugadores más representativos de la historia de Liga de las Américas, uno de ellos es, sin dudas, Shamell. Él tampoco tiene dudas. “Soy uno de ellos”, asegura y se ríe. “Me gusta esta competencia. Disfruto del ambiente. Ya conozco a muchos rivales, a los árbitros y a los periodistas. Estuve en este torneo durante los últimos 9 años. Converso con jugadores argentinos, puertorriqueños, mexicanos. La paso bien acá. Me estoy poniendo viejo”, cuenta el lider de Mogi, entre más risas.

Shamell no tiene claro hasta cuándo jugará al básquetbol: “Lo veo a Michael Hicks con 42 años y no sé si llegaré a tanto pero seguramente lo haga un par de años más”. Lo que sí está claro es que será extraño cuando ya no juegue y la Liga de las Américas no tenga a Shamell como una de las estrellas que la ilumina.

Pablo Cormick
FIBA