17 enero, 2019
31 marzo
16/04/2019
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José Vildoza: Juventud, divino tesoro

BUENOS AIRES (DIRECTV Liga de las Américas 2019) - ‘Miraba el cielo justo a tiempo, miraba el cielo justo a tiempo…’. Se escucha la inconfundible voz del Indio Solari en Aquella solitaria vaca cubana, uno de los tantos legendarios temas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La música se escapa por las ventanillas de un auto rojo que ingresa a la hora señalada al estacionamiento del polideportivo Roberto Pando, en Boedo, Buenos Aires. Conduce José Vildoza, protagonista de esta historia. Así como juega, también habla con soltura y desfachatez. Vestido con una remera de Guns N’ Roses, cuenta cómo elige musicalizar su vida: “Soy más del heavy que del rock, pero este último tiempo empecé a escuchar más rock nacional. Siempre escuché a Los Redondos y ahora empecé a escuchar más a Fito Páez, Soda Stereo, Calamaro. Me gusta mucho la música. Mis amigos de cuando era chico escuchaban mucho heavy y como no entiendo tanto inglés me empecé a interesar más por las bandas de acá. Los Redondos me llamaron la atención y me gustan mucho. Cuando tenía 8-9 años, íbamos al cyber y un amigo me recomendó que escuchara Toro y Pampa, de Almafuerte y ese tema me voló la cabeza, lo escuchaba todos los días. Almafuerte es mi banda preferida. No me gusta el cuarteto. Nunca me gustó. En mi grupo de amigos les gusta La Mona Jiménez y entonces lo escuché y me empezó a gustar. Pero solo La Mona, nada más de cuarteto porque me aburre. Cuando estoy en Córdoba voy a ver a La Mona con mis amigos”.

José Vildoza nació en el barrio Maipú, de la ciudad de Córdoba. A los 5 años, por invitación de amigos, llegó al Club Maipú, que quedaba a 200 metros de su vivienda. “El Club Maipú no es mi segunda casa, es casi como mi casa. Tengo un gran sentimiento por el club, lo extraño porque estaba todo el día ahí. Me formé como persona en el club, hay gente que me quiere mucho y todavía sigo en contacto con ellos. Estaba siempre en los aritos del costado de la cancha intentando copiar algo de los más grandes. Yo terminaba de entrenar a las 6 de la tarde y ahí iban llegando los más grandes. Jugaba con ellos mientras me dejaran. De hecho, hay jugadores que todavía están en el primer equipo y que jugaban cuando yo estaba ahí. A pesar de la diferencia de edad de más de diez años, somos amigos y nos hablamos siempre”.

Ese sentido de pertenencia de José con el club que lo vio nacer como jugador de básquetbol es tan fuerte que lo marcó para toda su vida. Del anecdotario de los diez años en los que el Club Maipú era el lugar en el que Vildoza pasaba gran parte del día, el base rescata cuando ayudó a pintar el parquet de la cancha. “Estaba todo el día en el club. Una vez cambiaron el parquet y yo estaba ahí, entonces colaboré y además me llevé un pedazo del parquet viejo a mi casa. Me he quedado hasta cualquier hora en el club y ayudaba a limpiar la cancha para poder quedarme un rato más. Cuando salía del colegio al mediodía, iba a mi casa, almorzaba rápido y me iba al club. Llegaba 12.30, pero el utilero recién entregaba las pelotas a las 4 de la tarde. Con otros chicos hacíamos más de 3 horas de fila para poder elegir la mejor pelota, la que estaba más nueva. Daniel, el marido de mi mamá, trabajó un tiempo en el club. A veces se quedaba a limpiar la cancha y yo me quedaba jugando. Mientras él limpiaba un lado yo tiraba en el otro aro y así íbamos cambiando”.

El vínculo con Maipú sigue hasta el presente, que tiene a Vildoza viviendo lejos pero con el corazón siempre cerca. Y con una representante muy especial, Ana, su madre: “Mi vieja es muy allegada al club. A veces va a ver los partidos. Cuando yo era chico trabajó en la secretaría y siempre se arrimó a dar una mano porque el club también me ayudaba a mí. Me daban un par de zapatillas o me permitían no pagar la cuota. Cada vez que organizaban un locro u otra actividad, ella era la primera que se hacía presente”.

Más allá de ese amor inquebrantable por el club de su niñez y el inicio de su adolescencia, José Vildoza tuvo que irse para seguir con su crecimiento. Ya formaba parte de seleccionados de categorías menores cuando apareció Luis ‘Mili’ Villar en su vida. El ex miembro del seleccionado argentino y actual agente de jugadores vio en el base un futuro brillante. Y acertó. “El Mili conocía a la cantinera del club y se contactó con mi vieja a través de ella cuando yo tenía 15 años. Nos conocimos después de que yo participara de la selección U15. Él se acercó sin hablarme de ser mi representante. Surgió como una relación de amistad. Iba a verme jugar y me invitaba a comer. Algunos sábados a la tarde yo estaba tirando al aro en el club y él aparecía para tirar conmigo. Cuando terminó ese año me comentó que podía dar un salto, ya que había algunos clubes interesados en mí. Y me dijo que si yo quería jugar en la Liga Nacional, ese era el momento para subir de nivel. Fui a entrenarme a Atenas, a Sionista y a Libertad junto con Juan Pablo Vaulet. Cuando llegué a Sunchales fui a la casa de los jugadores reclutados que estaban ahí, -Matías Aristu, Franco Vieta y Juan Talpone-, pegamos muy buena onda, eran chicos muy piolas. Nos gustó la forma en la que habíamos entrenado y pensé que ese era el lugar para mí. No estaba tan lejos de mi casa y me llevaba bien con los otros chicos”, recuerda José.

Vildoza debutó en la Liga Nacional el 14 de septiembre de 2012, con apenas 16 años, con Javier Bianchelli como entrenador. Al año siguiente llegó Fernando Duró, justo el entrenador al que Vildoza se enfrentó en la reciente final de la Liga de las Américas. “Con Fernando tengo muy buena relación, lo aprecio mucho porque aprendí mucho de él y de Pablo Favarel, su asistente. En esa temporada empecé a jugar muchos minutos, incluso había partidos en los que entraba de titular con solo 16 o 17 años. Me fascinaba la forma en que entrenábamos. Pablo me hacía entrenar horas extra para que yo siguiera mejorando. Al año siguiente ellos se fueron y yo me sentí un poco triste porque pasábamos tanto tiempo juntos que se había formado un lindo vínculo con ellos, sobre todo con Pablo”, cuenta el base cordobés.

En su quinta temporada en Libertad de Sunchales, Vildoza fue elegido como el mejor sexto hombre de la Liga Nacional. Con 16,3 puntos, 3,1 asistencias y 2,9 rebotes por partido completó una temporada consagratoria. De hecho, con apenas 21 años recibió una propuesta para ser refuerzo extranjero de Trotamundos en los playoffs de la Liga de Venezuela. Allí dirigía otro cordobés, Rubén Magnano. “Mili habló con Rubén y a mí me gustó la idea. Arreglamos y viaje para allá. Perdimos los dos partidos de locales, por 2 puntos, y no sé qué pasó después. Desde que yo había llegado Rubén se portó excelente conmigo. Me hablaba, se quedaba conmigo. Pero un día me dijo que le quisieron imponer un jugador y que él no iba a permitir eso y que entonces daría un paso al costado. Yo había llegado hacía 4 días y estaba un poco descolocado. Él ya no dirigió al equipo, yo no jugué, perdimos y quedamos eliminados. Fue una experiencia que duró apenas una semana”, resume José.

El siguiente paso fue salir de la tranquilidad de Sunchales para llegar a la gigantesca Buenos Aires. La llegada de Vildoza a San Lorenzo fue para reforzar a un plantel con nombres importantes y que ya había ganado la Liga Nacional en dos temporadas consecutivas. Pero soñaba con la conquista de América. Y ese sueño se hizo realidad. El joven base, como reserva de Nicolás Aguirre, tuvo poca participación en la competencia continental. Sobre todo en el Final Four, en el que jugó 11 minutos en una semifinal ya resuelta ante Estudiantes de Concordia y solo 4 en la final frente a Mogi. Para la temporada que consagró recientemente a San Lorenzo como bicampeón de América, la situación se presentaba similar a la del año anterior. Sin embargo, una lesión muscular de Aguirre le dio la oportunidad a Vildoza de ser protagonista en el momento cumbre del torneo. Un nuevo Final Four en Boedo lo tuvo, esta vez, iluminado por todos los reflectores. El base cordobés fue clave en el triunfo frente a Paulistano en la semifinal con 18 puntos en 34 minutos. Y en la final contra Guaros volvió a estar mucho tiempo en cancha (33 minutos) y convirtió un doble fundamental a falta de 30 segundos para el cierre del juego. Así analiza Vildoza su actuación: “Sin dudas fue totalmente diferente a la del año pasado. Fue muy especial porque me tocó tener otro protagonismo, cumplir otro rol. Tenía mucha ilusión porque era una gran oportunidad, un gran desafío y quería estar a la altura. Yo siempre me entreno para competir contra buenos jugadores, me toque jugar muchos minutos o no. Quería enfrentarme a Yago, a Guillent y a Gregory Vargas. Yo sabía que estaba preparado para hacerlo y no sentí ningún tipo de presión. Solamente pensaba en entrar a la cancha para divertirme y que todo saliera bien. Salimos campeones y en lo personal tuvo un significado diferente al título de 2018”.

Con 23 años, José Vildoza es uno de los jóvenes detacados del básquetbol argentino. Ya formó parte del seleccionado mayor argentino y cada vez que tiene la oportunidad brilla en el bicampeón de América. Para el base, los jugadores jóvenes pueden ser protagonistas: “Es difícil tener muchos minutos con jugadores tan importantes adelante como yo los tengo en San Lorenzo. Pero, sin dudas, los jóvenes demostramos que podemos hacerlo bien. En su momento lo hice en Libertad, Maxi Fjellerup en Bahía, Campazzo en Peñarol, Luca Vildoza en Quilmes, hay un montón de ejemplos. Hay que tener un poco de suerte para que las cosas se den como uno espera y luego estar a la altura de las circunstancias”.

Ese protagonismo de la juventud en el básquetbol coincide con un momento en el que los jóvenes se hacen oír en la vida política y social de la Argentina. En 2018 se votó en el Congreso de la Nación un Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Durante los debates y en las largas noches de votación, miles de personas, especialmente mujeres, salieron a manifestarse para hacerse oír. Tras la aprobación en la Cámara de Diputados y el rechazo en la de Senadores, las discusiones y los debates continuaron. A partir de un comentario de un personaje mediático en una red social, Vildoza no dudó en dar su punto de vista en apoyo a la lucha por la sanción de la ley. Su voz fue un mensaje de alguien que sintió empatía por tantas mujeres de su generación.

“Si veo algo y me parece que tengo que responder no me ando fijando qué van a pensar de mí o quiénes me están leyendo. Nosotros somos figuras públicas pero yo me considero una persona igual a cualquier otra y no tengo por qué dejar de opinar. La mayoría de las mujeres están peleando por sus derechos y traté de apoyar desde mi lugar. No quise ser protagonista pero sí decir en qué lugar estoy parado”, contó José. Su mirada de la sociedad actual se ramifica hacia otros conflictos: “Me afectan mucho la pobreza y la inseguridad. Acá en Buenos Aires hacés 8 cuadras y ves 20 personas durmiendo en la calle, sin comida. En ese sentido trato de ayudar dándoles algo para comer. Respecto a la inseguridad, me preocupo sobre todo cuando vienen a visitarme mi vieja o mi novia”.

Esa realidad social que Vildoza palpa en Buenos Aires es su hábitat hace ya dos años. Al principio, la adaptación fue difícil para el cordobés: “Estaba acostumbrado a vivir en Sunchales, que es una ciudad chica y con una tranquilidad increíble. Cuando llegué a Buenos Aires me encontré con gente por todos lados. No es de mi agrado el tipo de vida de esta ciudad. Me molesta tener que estar 45 minutos en el auto para hacer una distancia corta. Con el tiempo, igualmente, me fui acostumbrando y me empezó a gustar un poco. Hay mucho para hacer y es imposible aburrirte. Podés salir cualquier día a tomar algo o a un shopping. Me gusta ir al cine, salir a tomar un helado, ir de compras e ir a ver música. Estoy pendiente de encontrar una fecha en la que toquen acá Fito o Calamaro para poder ir a verlos. Lo que más hago es quedarme en casa tomando mate, leyendo un libro o jugando a la play”.

José Vildoza se despide con la misma sonrisa con la que llegó. Se va al vestuario a prepararse para un entrenamiento más en el Polideportivo que San Lorenzo, en los últimos tres años, comenzó a llenar de banderines recordatorios de cada título obtenido. La reciente conquista de la Liga de las Américas 2019 todavía no decora el techo. Pero ya se metió en el corazón de los hinchas y del equipo. Vildoza ya no hace sonar la música en su auto. Pero sí en su mente. ‘La melodía quiere llevar lo bueno y lindo de estar contento’, dice Toro y Pampa de Almafuerte, la canción que ha musicalizado buena parte de la vida de José. Y así está él, contento.

FIBA
Pablo Cormick