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Joaquín Rodríguez, un líder desde la juventud

BUENOS AIRES (Argentina) - El escenario está vacío. Las luces, apagadas. En el ambiente domina el silencio. Ni un acorde ni un pique de pelota. Apenas se oyen voces perdidas y cada tanto un martillo que ajusta detalles. El Estadio Obras, que es el Templo del Rock, tiene sus puertas cerradas al público. Dentro de algunas horas habrá fanáticos de Soda Stereo saltando y gritando con Sobredosis de Soda, una de las tantas bandas tributo al trío que lideraba Gustavo Cerati. Acá se presentaron Serú Girán, The Police, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Mano Negra, La Renga, Los Piojos, The Ramones, Divididos, Soda Stereo, Los Fabulosos Cadillacs, Luis Alberto Spinetta y tantos más que lo vivieron como llegar a la cima.

Acá también juega Obras. En realidad, acá donde juega Obras tocaron tantas bandas de rock. Porque el objetivo inicial del espacio era ser un estadio deportivo. Y acá está sentado en una silla, en el medio de la cancha, Joaquín Rodríguez. El uruguayo es, a los 22 años, uno de los referentes de Obras Basket. "No soy mucho del rock. Me gusta escuchar, pero hasta ahí. Y cuando vine no tenía tanta idea, más allá de saber que le decían el Templo del Rock sin conocer bien por qué. Muchos amigos que escuchan rock me decían que esta cancha es histórica por los recitales. Mi viejo, que le encanta investigar, y toda la familia conocen el estadio por la música. Entonces, me empezó a llamar la atención. Vi tantas veces cómo arman el escenario que ahora quiero ver algún show acá", dice Joaquín. Y destaca cuáles son sus preferencias musicales: "Me gusta la plena uruguaya, que es como una cumbia un poco más como más rápida o una salsa. Los que más pongo son Martín Quiroga, La Sub 21 y Mariano Bermúdez. Y también escucho reggaetón".

Joaquín nació el 14 de junio de 1999 en Mercedes, Departamento de Soriano, Uruguay. No tiene un recuerdo preciso del inicio de su vínculo con el básquetbol, simplemente porque "existe desde siempre". Nazar Rodríguez, su padre, fue jugador. "Cuando yo nací, él estaba jugando", dice Joaquín. Y sigue: "Se retiró cuando yo era chico y si bien no tengo muchos recuerdos de él en la cancha, yo iba a verlo. Mi familia es muy basquetbolera, ya que mi tío por parte de madre era entrenador en el Club Bohemios, mi abuelo, muy hincha de Bohemios, iba siempre a la cancha y mi madre trabajaba ahí. O sea que a los tres o cuatro años yo ya estaba mucho en el club. Iba a ver las prácticas y estaba en las manos de mi tío mientras él dirigía".

El inicio más formal fue en el Club Remeros de Mercedes a los 7 años. "Mi padre es mercedario. Él nació y vivió siempre ahí hasta que se fue a estudiar y a jugar al básquetbol a Montevideo. Y cuando se recibió de ingeniero agrónomo, tomaron con mi madre la decisión de irse a vivir a Mercedes. Entonces, nos llevaron a mí, a mi hermano Juan Manuel y mi hermana Pía, quienes son más grandes que yo. Es una ciudad muy linda, muy tranquila y es la única de Uruguay en la que se vive más el básquetbol que el fútbol. Comencé a practicar los dos deportes, pero por conocerlo desde que nací, el básquetbol era lo que me encantaba y pasaba todo el tiempo dentro de la cancha. Arranqué desde premini, luego mini y de más grande ya estaba todo el día en el club, que es muy cerca de mi casa. Desde que empecé, nunca dejé de jugar", dice Joaquín.

A pesar de que se destacaba por su juego, Joaquín no apuró su viaje hacia la capital uruguaya. "Fui de bastante grande. Generalmente los jóvenes se van a hacer formativas a Montevideo y yo las hice todas en Mercedes. Estaba estudiando ahí y mi familia siempre priorizó el estudio. Si bien ya de chico me habían ido a buscar unos clubes para llevarme, a mi viejo y a mi madre no les gustaba mucho la idea, querían que terminara el Liceo. Y eso me sirvió porque jugué la Liga Regional de Soriano, de la que participan muchos veteranos y esa experiencia me dio bastante. Cuando tenía 16 años, Marcelo Signorelli me llevó a una preselección U21. Y ahí viajaba los miércoles a Montevideo, me quedaba hasta el viernes y me volvía de vuelta a Mercedes. Hasta que en un momento Marcelo le dijo a mi padre: 'ya lo tenés que llevar, tiene que dar un salto, no puede seguir ahí'", recuerda Joaquín.

Signorelli era el entrenador principal de las selecciones uruguayas. En un juego entre la pre-selección 2001 de Uruguay y el equipo de Soriano, le llamó la atención un flaquito. Era Joaquín Rodríguez. "Le vi potencial para ser un buen escolta. Sin temor para tomar tiros y jugar el 1 contra 1, a pesar de su físico en ese momento", asegura Signorelli. El coach suma un aspecto fundamental que descubrió cuando lo tuvo a su cargo: "Es un chico respetuoso y educado. Fue un placer haberlo entrenado".

La salida de Mercedes fue la bisagra para el definitivo despegue de Joaquín. El escolta lo recuerda: "Fue un cambio muy grande, también muy rápido y muy difícil porque primero empecé a ir a la selección U21 a un torneo en Salta. Yo tenía ganas, siempre había querido ir a jugar a Montevideo, entonces se los planteé a mis padres aunque me quedaba sexto año del liceo. Firmé contrato con Aguada y ya empecé con el equipo mayor. El entrenador era el Hechicero Cabrera y si bien no me ponía muchos minutos, ya formaba parte del equipo principal. Pasé de jugar en Mercedes, donde practicaba con cadetes, juveniles y la mayor, que solo practicaba durante los seis meses de competencia, a ir a Montevideo y entrenarme todos los días con jugadores de la Liga Uruguaya".

La evolución no se detuvo. Signorelli lo convocó al seleccionado absoluto y Joaquín hizo su estreno en Las Vegas, en septiembre de 2018. "En seis meses pasé de estar tomando mate con mis amigos en la rambla de Mercedes a jugar con la Selección Mayor contra Estados Unidos ante la mirada de Gregg Popovich y jugadores de la NBA. Para mí fue una locura, un cambio increíble. Me adapté rápido, no me costó tanto. Di ese salto y me mantuve, pero no fue fácil", dice Rodríguez.

Para Joaquín, aquella experiencia fue como un viaje a un mundo de fantasías: "Lo más llamativo fue que entrenábamos en una cancha a la que se accedía por un ascensor con capacidad para veinte personas. El primer día que lo usamos, se subió Popovich y todos le pedimos sacarnos fotos, no lo podíamos creer".

El escolta recuerda su debut a la perfección: "Apenas hice mi primer ingreso al partido, me vino a presionar Derrick White, el de San Antonio Spurs, y ahí yo no entendía qué estaba pasando. Me tocó jugar un partidazo, la rompí y la gente empezó a aplaudirme, a gritar los goles. Después, me preguntaban cuántos años tenía. Fui a la conferencia de prensa y no tenía ni idea de hablar en inglés. Me senté con Marcelo, pero no sabía qué decir. Nos cruzamos con Popovich y empezó a hacerle consultas sobre mí. Todo lo que viví ahí fue increíble y me dio un motor muy grande para meterme de lleno, para empezar a soñar y a trabajar para ser un jugador de básquetbol".

 

La salida de Signorelli de la selección generó incógnitas en Rodríguez. El reemplazante era el prestigioso Rubén Magnano, campeón olímpico con Argentina en 2004. "Cuando llegó Rubén pensé que me podía tocar seguir trabajando para volver a estar en el equipo, pero en la primera convocatoria me llamó. También se daba algo particular: yo jugaba en la selección, pero en Aguada no tenía muchos minutos. En ese club con tanto fanatismo la gente exigía que me dieran ese tiempo en cancha, le gustaba verme. Además, mi viejo fue capitán de Aguada y era muy querido. Y los periodistas metían fichas y cuestionaban esa situación. Yo también estaba un poco frustrado al no tener muchos minutos en la Liga. Entonces, Rubén armó la preselección, empecé a entrenar con él y fue una de mis mejores preparaciones: la rompí toda. Él recién me conocía y no solo me dejó en la selección siendo tan joven, sino que me dio la oportunidad de jugar. Yo estaba compartiendo plantel con Panchi Barrera, Bruno Fitipaldo y Luciano Parodi, jugadores que antes miraba por televisión y en ese momento pasaban a ser mis amigos", dice Joaquín.

El debut de Magnano en el seleccionado uruguayo fue ante Puerto Rico, en un juego clave para la clasificación al Mundial 2019, en el flamante Antel Arena. Así lo vivió Rodríguez: "Yo estaba sentado en el banco y Rubén dijo: 'Joaquín'. Miré para los dos lados como diciendo 'no puedo ser yo, no me puede meter acá'. Repitió 'Joaquín' y el Panchi me agarró de la camiseta y me mandó para la cancha. Era un partido muy picante y entré a jugar. Rubén me apoyó y me exigió desde el primer día. Y me hizo crecer muchísimo. Después de esa ventana empecé a trabajar más mi físico y a entrenarme distinto. Fue un cambio en mi cabeza muy bueno".

El camino de crecimiento le presentó a Rodríguez la posibilidad de emigrar a Argentina. Estudiantes de Concordia fue el club que lo contrató para jugar del otro lado del Río de la Plata. "Lo que más me costó fue adaptarme un poco al profesionalismo, ya que en Argentina se juega muy distinto, se entrena muchísimo más, es una liga más difícil y muy intensa. Al principio, en Concordia, estaba muy cerca de Mercedes, entonces me la pasaba yendo para allá y no sentí tanto el cambio de ciudad. Me costó en el juego, pero el entrenador Chiche Jápez y mis compañeros me ayudaron mucho. Lo disfruté y fue un cambio positivo. Empecé a enfrentarme a jugadores de mucho más nivel. Pasé de jugar 6 o 7 minutos a 20 y ese cambio fue tremendo", dice Joaquín.

El gran cambio se dio un año después. En 2020 lo contrató Obras y la mudanza fue a Buenos Aires. "Acá fue un poco más difícil porque es una ciudad mucho más grande, además de no haber podido viajar a mi casa durante un año por la pandemia. Me encantan Mercedes y Concordia por la tranquilidad. Tenés todo a cuatro cuadras. Ya en Montevideo, para ir a entrenar tenía que tomarme un colectivo o tardaba 25 minutos. Y cuando vine a Buenos Aires, desde que hay más posibilidades de salir, me quiero juntar con Theo Metzger que juega en Ferro y tardo 40 minutos. Es una ciudad enorme, con un movimiento de gente increíble. Fui conociendo lugares y es divina, pero es gigante y hay que aprender a vivir acá. Al club vengo caminando porque vivo a once cuadras, pero si quiero ir a Palermo a tomar mate o a comer a Puerto Madero tengo que calcular bien el tiempo", explica el escolta.

 

Para su segunda temporada en Obras, Rodríguez se encontró con un panorama diferente al del año anterior: Fernando Zurbriggen, quien era el motor y gran figura del equipo, se fue al Obradoiro de España. "Fernando era un líder muy positivo, disfruté mucho jugar con él y su salida fue un cambio importante. Es difícil cuando se va un líder como lo fue él por tantos años. Ahora, el Chipi Venegas y yo nos estamos encargando de ese liderazgo. Es algo que se gana y se construye partido a partido. Sé que soy muy joven y generalmente los líderes son jugadores veteranos que por su experiencia con un gesto o una palabra dicen lo que hay que hacer. Eso no lo tenemos y no podemos imponerlo desde ese lugar. Pero, a pesar de mi juventud ya llevo varios años compitiendo y trato de pensar y actuar como un jugador mayor".

Obras participará por segundo año seguido de la Basketball Champions League Americas. Compartirá el grupo C con Biguá, de Uruguay, y Minas Tenis Clube, de Brasil. Rodríguez destaca la importancia de participar de la competencia de clubes más importante del continente: "Ayuda mucho porque es otro nivel, te enfrentás contra equipazos. Es un gran salto de calidad para mejorar, se juega a otro ritmo. Hay que aprovechar estas oportunidades para crecer, más allá de que todos queremos ganar".

 

En el progreso de su carrera, Joaquín se plantea como objetivo llegar al básquetbol europeo. Y para eso, observa a sus referentes: "Desde chico miraba a Panchi Barrera, me gustó siempre su magia, su manera de jugar, por eso era mi ídolo. Cuando fui creciendo empecé a disfrutar de Chacho Rodríguez y de Facundo Campazzo. Últimamente también miro bastante a Luca Vildoza. Lo que más disfruto es de los bases asistidores".

Como la inmensa mayoría de los uruguayos, Joaquín tiene un compañero inseparable: "Voy siempre con el mate a todos lados. Como soy medio vago, a veces por la mañana solo desayuno y salgo para la práctica. Si me da el tiempo, tomo unos mates en el gimnasio de pesas o acá en la cancha antes de arrancar a entrenar. Y a la tarde, alrededor de las cinco lo armo y estoy un buen rato tomando".

Además del mate, el uruguayo elige las series para disfrutar del tiempo libre: "Mis favoritas son Picky Blinders -que es la número 1 en mi lista-, Sex Education y The Walking Dead".

Joaquín se levanta, saluda y se va. Vuelve sobre sus pasos y agrega Outer Banks a su menú de series preferidas. El estadio sigue en silencio. El sol primaveral de Buenos Aires eleva la temperatura de la mañana. El entrenamiento del día ya es parte de la historia. En el futuro inmediato, Rodríguez seguirá su crecimiento en Obras. Más adelante, solo las melodías con las que él musicalice su juego decidirán el destino. Que sea rock.

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