Pako Cruz, un niño de Nogales con sueños de baloncesto
Pako Cruz ha sabido aprovechar sus oportunidades para convertirse en unos de los mejores jugadores de México.
CIUDAD DE MÉXICO (Clasificatorios de las Américas a la Copa del Mundo de Baloncesto FIBA 2019) - Cuando uno ve a Francisco Cruz, para todos más conocido como Pako, lanzar al canasto y driblear con absoluta naturalidad lo primero que piensa es que este escolta de 28 años nunca ha dado un paso sin una pelota de básquetbol en sus manos. Esa percepción se transforma en anécdota en la tímida voz de su protagonista: “mi madre siempre cuenta que aprendí a caminar apoyándome en un balón. De hecho, hay algunas fotos por ahí que muestran esa imagen”. A pesar de las fotos y del orgulloso relato maternal de María Felicitas, recién ahora Pako aceptó la veracidad al ver a su hijo de 11 meses, Francisco Daniel, dar sus primeros pasos de esa misma manera.
Ese balón que acompaña a Pako Cruz desde bien pequeño no es lo único que lo ligó al baloncesto en sus primeros años de vida en la humilde Nogales. Su padre, Francisco Javier, jugaba en el equipo de la ciudad y el niño Pako no se perdía ni un partido. Además, aprovechaba los descansos para comenzar a transitar lo que años más tarde sería su hábitat natural.
Allí, en Nogales, fue donde comenzó el amor de Pako por el básquetbol. Esa ciudad fronteriza con su homónima de Arizona, Estados Unidos, fue la cuna de Cruz. La sencillez de la ciudad del estado de Sonora comenzó a forjar ese carácter tímido y al mismo tiempo aguerrido del jugador mexicano que hoy brilla en su seleccionado. En Nogales nacen los sueños de muchos de cruzar a Estados Unidos para forjar un futuro mejor. Francisco Cruz fue uno más que se ilusionó con traspasar ese límite en busca de un crecimiento deportivo y personal.
“Nogales es el lugar donde nací y es donde siempre voy a querer regresar. Allí vivía con mis padres y con mi hermana, que es 7 años menor que yo. Era un hogar muy humilde, pero en el que nunca faltaba la calidez de mi madre para recibir a quienes vinieran a visitarnos”, cuenta Pako.
El sueño americano comenzó a tomar forma en el momento que Cruz se dio cuenta que tenía un buen nivel para este deporte.
“Mientras estaba en la preparatoria comenzamos a competir en torneos nacionales con mi escuela y yo quería medirme a un nivel más alto, entonces quise ir a Estados Unidos para encontrarme con la mejor competencia del mundo. Allí fue cuando decidí que el básquetbol sería mi vida”, recuerda quien luce la camiseta número 9 de México.
El momento de emigrar no fue sencillo. Con 16 años se subió a un auto que lo haría cruzar la valla que divide México de Estados Unidos sin tener los papeles perfectamente en regla.
“Fue una historia rara porque yo tenía visa de turista y de esa manera fui a estudiar. Fue algo que no debería haber hecho porque cada cierto tiempo tenía que regresar a renovar ese permiso. No me siento orgulloso de haberlo hecho, pero a la vez estoy agradecido por haber aprovechado esa oportunidad de aprender, de jugar y de mejorar”, explica Pako.
Cuando Cruz llegó al Lincoln High School de Denver, Colorado, se encontró con su compatriota Jorge Gutiérrez, quien lo recibió como a un hermano y con quien desde hace más de 5 años comparte equipo en la selección mexicana. “Jorge fue mi familia en ese tiempo y desde entonces somos amigos”.
Si Cruz había construido un carácter duro en la humildad de Nogales, en Denver se robusteció. “Hacía mucho más frío, había demasiada nieve durante la mayor parte del año”. Al clima hostil que vivió Pako hay que agregarle la falta de dinero: “Mis padres me ayudaban un poco con lo que podían sacar del trabajo de él pero como eso no alcanzaba nos la rebuscábamos yendo a limpiar la nieve que se acumulaba en las casas y así teníamos para comer mejor y salir a divertirnos”. La vivienda no era la de mayor comodidad: “vivíamos seis en un apartamento que si bien no tenía lugar para todos, nos acomodábamos igual”, recuerda Cruz entre risas. “Fue muy divertido y a su vez nos ayudó a madurar muchísimo”.
El camino de Francisco continuó en el Junior College de Western Nebraska. “Allí hacía más frío aún. En esos años fue cuando aprendí mucho inglés porque ya no estaban mis amigos con quien hablar en español”. Luego llegó el turno de la Universidad de Wyoming. Allí estudió Ciencias Sociales, terminó de formarse como jugador y, por si esto fuera poco, comenzó su romance con Miriam Alfaro, quien jugaba al fútbol en el equipo de la universidad. Cuando ambos finalizaron los estudios, continuaron juntos el recorrido deportivo de Cruz.
“Estudiar y jugar en una universidad es algo muy complicado, entonces cuando me llegó la oportunidad de ser profesional fue todo más fácil ya que te pagan para jugar. Solo hay un poco más de presión, pero es más sencillo”, comenta el tirador que tras jugar en Halcones Rojos de Veracruz en su país (y unos pocos partidos Pioneros de Quintana Roo y Fuerza Guinda de Nogales) volvió a emigrar. Primero fue Olímpico de La Banda en Argentina, luego el VEF Riga de Letonia (nuevamente inviernos muy fríos), para llegar al que hoy es su lugar en el mundo, Fuenlabrada.
“Me decidí a jugar en la ACB porque quería estar en una de las ligas más competitivas. Mucho tuvo que ver Gustavo Ayón con mi llegada a Fuenlabrada porque él, que había jugado allí, me lo recomendó como una buena oportunidad y estoy agradecido por eso”, analiza Cruz. “En España vi jugadores increíbles y eso me genera más hambre para seguir creciendo y no quedarme con lo que tengo”, agrega.
Todos esos viajes de Pako Cruz y su éxito deportivo y económico no lo hacen olvidar de sus orígenes. Por eso para él es “un orgullo vestir los colores de México y más en este nuevo sistema de ventanas en el que puedes jugar frente a tu público”. El escolta es uno de los protagonistas del equipo que dirige Iván Deniz y que busca clasificarse a su segundo Mundial consecutivo tras haber participado en España 2014.
Pako Cruz quiere cruzar la frontera de los éxitos del seleccionado mexicano, así como en sus inicios atravesó los límites de su país para cumplir sus sueños.
Pablo Cormick (FIBA)