Un equipo en su máxima expresión
La primera edición de la AmeriCup, con su nombre actual, fue en 2017 y tuvo tres sedes para la etapa de grupos: Montevideo (Uruguay), Medellín (Colombia) y Bahía Blanca (Argentina).
La primera edición de la AmeriCup, con su nombre actual, fue en 2017 y tuvo tres sedes para la etapa de grupos: Montevideo (Uruguay), Medellín (Colombia) y Bahía Blanca (Argentina). Se trataba de una nueva experiencia para la competición a nivel formato y estructura, dado que para la definición se había designado una cuarta sede, que fue Córdoba (Argentina). Allí concurrirían los cuatro mejores equipos para definir el título. El modelo fue exitoso por donde se lo analice. Hubo canchas llenas, partidos de muy interesante nivel y un respaldo total de las federaciones.
En la primera fase, las tres sedes mencionadas recibieron a cuatro equipos cada una: en el A se juntaron Argentina, Canadá, Venezuela e Islas Vírgenes, en el B estuvieron Colombia, Brasil, Puerto Rico y México, y en el C, Uruguay, Estados Unidos, República Dominicana y Panamá. En pocas palabras, lo mejor del continente.
Luego de algunos resultados sorpresivos, los clasificados al Final Four de Córdoba terminaron siendo Argentina, México, Estados Unidos e Islas Vírgenes, quienes se enfrentaron en semifinales en ese mismo orden de aparición (el local ante México y Estados Unidos frente a Islas Vírgenes). Y tanto argentinos como estadounidenses lograron imponerse con claridad. La final quedaba servida para los dos seleccionados más sólidos del torneo, que se reencontraban en un juego decisivo después de diez años (2007).
Jeff Van Gundy
Por un lado, el equipo de Sergio Hernández, de excelente funcionamiento colectivo a pesar de la inesperada baja del capitán Luis Scola (llegó al torneo con lo justo tras un desgarro en el gemelo la pierna izquierda y, luego de disputar apenas un minuto de partido con Canadá, se desgarró el gemelo de la derecha). Por el otro, el conjunto de Jeff Van Gundy, con un buen plantel que mezclaba calidad, experiencia y ambición y que, si bien no poseía figuras NBA, tampoco presentaba jugadores despreciables en lo más mínimo. Por un lado el local, afrontando de lleno el recambio de la exitosa Generación Dorada, con un nuevo líder dentro del grupo (Facundo Campazzo) y un desesperado deseo de trascender, de escribir historia propia. Por el otro, el cuco histórico, con sus argumentos de siempre (defensa asfixiante y ataque rápido) pero adosando a su esquema de juego una interesante tendencia hacia el tiro exterior como piedra angular de las ofensivas.
Jameel Warney
El partido se disputó en el estadio Orfeo, con un marco inolvidable. Argentina empezó mejor y llegó a sacar una máxima de 20 puntos de ventaja en el tercer cuarto (50 a 30), no obstante, la presión, la ansiedad y la falta de experiencia en algunos jugadores le complicaron el terreno al momento del desenlace. Estados Unidos palpó esa inseguridad y, con Warney (MVP), Dilliard y Munford como abanderados, reaccionó con furia para terminar dando vuelta la historia y quedarse con el título. Fue 81 a 76, tras un cierre dramático. Y aunque los fanáticos locales se fueron con un sabor amargo -mezcla de resignación y frustración- también supieron con seguridad, ahí mismo, que su Selección estaba dando un paso gigantesco hacia el futuro.
Xavier Munford
Argentina creció muchísimo a partir de aquella dolorosa e inesperada derrota. Sobre todo dolorosa, por cómo se dio el partido y por cómo añoraba aquel plantel su primer título. Las lágrimas de sus integrantes en la entrega de medallas fue motivación para lo que vendría más tarde (la clasificación al Mundial de China). De los golpes se crece. Los norteamericanos, en tanto, celebraron un nuevo título. Con orgullo. Porque fueron un equipo en su máxima expresión y ya no un simple compilado de estrellas. Porque construyeron su identidad en base a un compromiso colectivo sincero. “Queríamos hacer algo grande y lo conseguimos”, manifestó Van Gundy, luego de los festejos. Y vaya si lo consiguieron.
Reggie Hearn
Desde que se comenzaron a disputar los Torneos de las Américas en 1980, Estados Unidos acumula ya siete títulos, y eso que no tuvo participación constante en el certamen. Sólo perdió una de las ocho finales que protagonizó: ante Puerto Rico, en México 1989.
German Beder
FIBA