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14 - 17
November 2019
14/11/2019
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Ornella Santana, el espíritu de Las Gigantes

“Sacrificio, entrega y orgullo de pertenencia”, proclama un video que promociona la participación del seleccionado femenino de básquetbol argentino en el Pre-Clasificatorio Olímpico. Esa sentencia encuadra a la perfección con la identificación de Ornella Santana con su equipo nacional. La ala pivote de 29 años lleva casi una década ligada a la selección de mayores. “En 2010 me citaron a la preselección, pero no quedé en el equipo. Había un plantel muy bueno y las jugadoras jóvenes sabíamos que era imposible quedar en ese equipo. En 2011 hubo un recambio importante: muchas jugadoras dejaron de participar para atender temas de su vida personal, como trabajo o estudios, y ahí entramos muchas del equipo que había conseguido la medalla de bronce de 2009 en el Mundial U19 de Tailandia”. De aquel equipo que consiguió el tercer puesto mundialista, hay cinco jugadoras que están en el plantel actual: Ornella Santana, Débora González, Agostina Burani, Natacha Pérez y Andrea Boquete. Además, Macarena Rosset, quien no disputó aquel torneo por una lesión, es de la misma generación. “Estar hoy en día con tantas compañeras de ese Mundial es algo increíble. Hay mucha confianza entre nosotras y nos conocemos un montón”, cuenta Santana.

Luego de la convocatoria inicial al seleccionado, Santana comprendió el esfuerzo que requería competir a nivel internacional: “Entre 2011 y 2012 había engordado muchísimo y llegué a pesar 99 kilos. Allí surgió el apodo de ‘gordi’ que quedó para siempre. No me daba cuenta de cómo estaba físicamente hasta que Roberto Santín, entrenador del seleccionado en ese momento, me dijo que necesitaba que mejorara mi condición física. Hice el click porque quería estar en la selección. Hice una dieta que me indicó una nutricionista que trabaja en Obras y en un año logré bajar 24 kilos. Ahora, todo el seleccionado sigue las pautas de Luciano Spena, un nutricionista que es crack y nos ayuda un montón. Para poder jugar al básquetbol a este nivel, con el ritmo de juego que existe en la actualidad, es imposible jugar si no estás bien físicamente. El ejemplo a seguir en ese sentido es Carolina Sánchez, que jugó 19 años en la selección y hoy sigue en actividad a los 43”.

El vínculo de Ornella con el básquetbol comenzó, por supuesto, mucho tiempo antes que esas primeros llamados al seleccionado. Así lo recuerda ella: “Empecé a los 8 años en Ciudadela Norte, para seguir a mi hermano que quería probar el deporte. Mi familia ya iba a ese club, de toda la vida. Mi mamá, mi papá y mi abuelo habían jugado ahí al básquetbol. Luego de un año y medio tuve que dejar de ir porque dejó de existir la rama femenina. Pero le dije a mi mamá que me gustaba y quería seguir jugando, entonces me llevaron a Vélez. Ahí me encontré con entrenamientos más duros y cada día me gustó más. Al principio no jugaba mucho, pero cuando a los 12 años pegué un estirón empecé a jugar más. Me llamaron a la selección de Capital y luego, a los 15, a la de Argentina”.

Santana identificó rápidamente que deseaba que el básquetbol fuera su medio de vida: “Cuando era chica me di cuenta que si coincidía un partido con otras actividades, como por ejemplo el cumpleaños de mi mejor amiga, yo elegía ir a jugar el partido. Lo mismo cuando prefería viajar con la selección por sobre algún compromiso familiar. En definitiva, cuando dejé de lado otras cosas importantes de mi vida, me di cuenta que quería darlo todo por este deporte”. Claro que ser jugadora en Argentina no es sencillo: “Es bastante difícil y más para las chicas que no tienen la posibilidad de poder irse a jugar a otro país. En Argentina es complicado, ya que son pocas las jugadoras que ganan dinero. Ahí es donde aparece el esfuerzo extra y el hecho de jugar con pasión y por amor al deporte. Las que jugamos en el exterior nos sostenemos mejor porque tenemos otra calidad de vida. Gastamos menos dinero porque nos pagan el departamento y todo lo relacionado a la vivienda, entonces podemos administrar mejor la plata”.

Ornella juega desde hace 3 años en España como extranjera. Así repasa su llegada al viejo continente: “Me hubiese gustado llegar a Europa más joven. Al no tener pasaporte comunitario, jugar de ala pivote y no ser tan alta (1,80 m), me costó conseguir ese lugar. En 2017 me escribió un entrenador español, Aday Villalba, y me ofreció jugar en Lanzarote. Es lo que yo había deseado. Era una puerta muy grande y aunque tenía incertidumbre de cómo resultaría, me arriesgué y fui. No tenía idea de dónde quedaba la ciudad ni cómo era el equipo pero me lancé a la aventura. Una vez que firmé el contrato, busqué en internet y supe que iba a una isla. Llegué y me encontré con un lugar muy lindo y con gente increíble. Ya ese primer año me fue muy bien. Para el segundo año llegué a Almería, que era un equipo más completo y que podía competir más. Ahí me encontré con compañeras que ya conocía como Macarena D'Urso e Isabel Latorre Alcántara”. Las razones por las que Santana pudo ganarse sus oportunidades en el básquetbol español, las explica ella misma: “Las virtudes de mi juego no se reflejan tanto en las estadísticas, pero en España valoran mucho ese espíritu y ese plus que tenemos los argentinos. Les transmito confianza a mis compañeras y a los entrenadores. Doy todo en defensa y sé ocupar el rol que me corresponde. Contagio buena energía, estoy al servicio del equipo y soy de ir para adelante sin que me importe nada”.

En España, Santana no solo halló un lugar donde desarrollarse profesionalmente a alto nivel. También encontró el amor. “A Isa la vi por primera vez jugando en contra, en el segundo o tercer partido de mi primera temporada en España. Nos conocimos después del juego, saliendo de fiesta”, recuerda Ornella. “Después de ese día, nos fuimos hablando cada vez más hasta que empezamos a estar juntas. Más adelante, me acompañó a Argentina, pero solo estuvo diez días porque tuvo que volverse a España por un grave problema familiar”, cuenta con emoción.

Luego de su exitosa primera campaña en Lanzarote, llegó el llamado de Almería, donde compartió equipo con su pareja en las últimas dos temporadas. “Convivir con Isa me ayuda a estar bien afuera y adentro de la cancha, aunque sabemos separar el hecho de ser compañeras y de ser pareja. Al ser un poco más grande que ella, intento ayudarla a que controle un poco el carácter fuerte que tiene. En la cancha se enoja muy rápido y al conocerla más, sé cómo llegarle para tranquilizarla”, explica Santana. En Europa no solo está el presente de la ala pivote del seleccionado argentino, sino también su futuro: “Me encanta vivir en Almería y desde la primera vez que volví a Argentina les avise a mi mama y mi papá que en el futuro me quedaré a vivir en España. El problema es que a mi mamá le cuesta ir a visitarme porque le tiene mucho miedo al avión. Para mí sería un sueño que mi familia pueda ir allá conmigo”. Santana ya tiene algunos planes para cuando deje de jugar profesionalmente: “Quiero armar un proyecto relacionado con la estética para tener un lugar propio y también seguir vinculada al básquetbol. Si bien sé que mi camino irá por ese rumbo, todavía no tengo eso en mente”. Mientras tanto, en su estética y look personal, Ornella luce un par de tatuajes en el brazo izquierdo y así los detalla: “Uno es una flor de mandala, porque me gustan mucho esos dibujos. El otro es un corazón que me lo hice con una de mis hermanas y representa la unión que tengo con mi familia. Ahora tengo que convencer a mis hermanitas más chicas para que también se lo hagan, así lo tenemos las cuatro”.

Mientras sueña con ese futuro de vida europea con toda su familia, Santana tienen los pies sobre la tierra en el presente y sabe lo que necesita el básquetbol femenino para poder desarrollar más y mejores jugadoras: “Más presupuesto y mayor difusión. Nosotras damos mucho, entrenamos fuerte. Capaz que hacemos el mismo esfuerzo que los equipos masculinos pero no tenemos la misma recompensa. Para que el básquetbol femenino crezca en Argentina es necesario que todas las jugadoras sean consideradas profesionales para poder desarrollarse. Todas las jugadoras, hasta las que no cobran, tienen el mismo compromiso que las que sí reciben un sueldo. Hay muchas chicas que abandonan la actividad por no poder sostener sus carreras deportivas a la par de un estudio o un trabajo”.

Así es Ornella Santana. Vive y juega con sacrificio, entrega y orgullo de pertenencia.

Pablo Cormick
FIBA