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14/02/2020
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El hombre que se convirtió en leyenda

El torneo FIBA Américas ha cobijado a infinitas figuras del baloncesto continental (y mundial) a lo largo de sus ediciones. Fue testigo simbólico de la evolución de muchísimos jóvenes que terminaron influyendo de manera determinante para sus respectivas selecciones. Y un caso emblemático que confirma este postulado es el de Emanuel Ginóbili. El argentino, considerado por muchos como uno de los diez mejores extranjeros de la historia de la NBA, representó a su país en cuatro FIBA Américas. Durante el transcurso de esos 12 años, Manu pasó de ser una joven promesa de la Liga Nacional Argentina a un jugador de renombre en Italia, para finalmente convertirse en la estrella NBA que todos los fanáticos de la disciplina disfrutaron.

Su primera participación fue en 1999, en San Juan de Puerto Rico. Argentina, por entonces dirigida por Julio Lamas, estaba en pleno proceso de recambio generacional y comenzaba a darle lugar a jóvenes proyectos que iban ganando terreno a nivel local. No se sabía bien qué resultados daría el experimento, pero Lamas lucía decidido a afrontar la transición. Así es como el seleccionado albiceleste se presentó en tierra boricua con un plantel que desbordaba juventud y hambre de gloria. Ya no estaban experimentados como Marcelo Milanesio, Esteban De la Fuente o Marcelo Nicola. Pero sí quedaban dos buenos referentes (Juan Espil y Hugo Sconochini), quienes empujaban a la base de los talentosos emergentes (Ginóbili, Nocioni, Victoriano, Palladino, Gutiérrez). Y el experimento dio sus frutos, porque si bien Argentina no pudo obtener la clasificación a Sidney 2000 (una utopía), terminó destacándose en aquel campeonato con un valorado tercer puesto final que abrió margen a la ilusión. Allí Manu mostró sus primeros pincelazos (25 puntos ante el local en el cotejo por el tercer puesto), no obstante, nadie sabía mucho de él. Había sido recientemente elegido por San Antonio Spurs en el draft, pero ningún NBA lo registraba. Ni siquiera su futuro compañero Tim Duncan, presente en Puerto Rico con el equipo estadounidense. “No le presté mucha atención, pero debe tener condiciones, no cualquiera entra al Draft”, contestó el ala pivote en aquel momento sacándose de encima el problema.

Dos años más tarde, Ginóbili ya era otro jugador. Su evolución era vertiginosa, sorprendente. Por eso, no sorprendió a nadie que fuera la máxima figura de Argentina en el Premundial de Neuquén: para ese entonces, el bahiense dominaba la liga italiana. Aquél Manu era explosivo, asesino y extremadamente ambicioso. Anotaba de mil manera diferentes, no lo podían parar. En la final contra Brasil marcó 28 tantos absorbiendo todos los elogios y adjudicándose de manera unánime el premio a Jugador Más Valioso.

La tercera participación del escolta en un FIBA Américas ocurrió en 2003, nuevamente en San Juan de Puerto Rico. Allí Ginóbili ya era una estrella: ni una promesa, ni un jugador con ascendencia. Directamente era una estrella mundial. Venía de liderar a su Selección al subcampeonato en Indianápolis 2002 y de ser campeón de la NBA con los Spurs en 2003. Los medios lo perseguían a cada paso que daba y él sufría el cambio de status. Porque comenzaba a darse cuenta de que su estilo de vida se había alterado para siempre. Así y todo, a pesar de no tener un rendimiento descollante en el balance global de la competencia, se las ingenió para romperla en la semifinal ante Canadá, que le posibilitó a la Argentina clasificar a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. En ese encuentro marcó 26 puntos, para concluir con promedio de 14,1 (máximo goleador del plantel). La final fue contra Estados Unidos, que no permitió ningún tipo de equivalencias y se llevó el triunfo por un cómodo 106 a 73.

Debieron pasar ocho años para que Manu volviera a un FIBA Américas. Pero el contexto prácticamente lo obligaba: el torneo se jugaba en Mar del Plata, con dos plazas olímpicas en disputa y la posibilidad de mostrarse ante su gente luego de una década sin localías oficiales. Rápidamente Ginóbili confirmó asistencia. Llevaba dos años sin representar a su país y ya comenzaba a extrañar a sus compañeros de toda la vida. Era una excusa perfecta para homenajear a tiempo a la Generación Dorada en su lenta disolución. Y así lo entendieron los aficionados locales, que agotaron tickets en cada presentación sin importar rival ni instancia.

Manu, recientemente padre, estaba con un nivel de madurez definitivo y su único interés pasaba por disfrutar. No obstante, cuando comenzó la competencia, le cambió el chip. Como siempre. Y el Ginóbili competitivo fue, hasta el día del retiro, un jugador infernal. Por eso su rendimiento, una vez más, terminó siendo sobresaliente. En la semi ante Puerto Rico, que definía uno de los boletos a Londres 2012, aportó 23 puntos y lideró al local a un (muy) ajustado triunfo por 81 a 79. “Cuando vi el tiro de Barea en el aire (NdR: tuvo el triple para la victoria) la verdad se me frenó el corazón, casi me muero. Después vi que pegó en el aro, se acabó el tiempo y me emocioné. Sentí como que una mochila gigante se caía de mi espalda. Lo único que quería era abrazarme con los chicos y con la gente. Fue un momento muy emocionante pero muy sufrido”, manifestó. Y concluyó, luego: “Fue uno de los partidos que más presión me tocó vivir en mi carrera. Sólo comparado con el séptimo juego de las finales de la NBA, en 2005 (contra Detroit), donde sabés que no tenés un mañana. Hoy me sentí así. Era una oportunidad que no podíamos dejar pasar”.

Aprovechando el envión, el equipo argentino se agrandó en la final y, con un Luis Scola en llamas, derrotó a Brasil para adjudicarse el título (80 a 75). Fue la frutilla del postre. Una despedida soñada. Ginóbili volvió a jugar para la Selección en su país, aunque nunca más de manera oficial. Paralelamente siguió cosechando distinciones y rompiendo récords con los Spurs. Al extremo tal que el 28 de marzo de 2019, en una noche inolvidable para su vida, la franquicia texana le retiró la camiseta número 20. Y entre los oradores designados para describir la carrera del escolta, apareció Tim Duncan. El mismo que dos décadas atrás, en Puerto Rico, no supo pronunciar su apellido…

German Beder
FIBA