CÓRDOBA (FIBA AmeriCup 2017) – Desde sus 170 centímetros, Ángel Rivera irradia confianza y seguridad. Acaso sea una analogía de lo que ocurre con su seleccionado, las Islas Vírgenes, un pequeño país que dio la gran sorpresa de la AmeriCup y avanzó a las semifinales, instancia en la cual este sábado enfrentará a Estados Unidos.

“Estar en el Final Four tiene un valor inmenso para las Islas Vírgenes. Pero no estamos hechos: queremos ganar una medalla”, destaca con optimismo el jugador que se perdió la primera etapa del torneo, en Bahía Blanca, y llegó directamente a la ciudad de Córdoba. “Tal vez Estados Unidos entre duro, pero quizás arranque confiado. Y en la pista somos cinco contra cinco. Nosotros tenemos corazón y deseo de ganar”, agrega.

Para comprender el mayor logro de Islas Vírgenes en el básquetbol continental, que además significó el boleto para los Juegos Panamericanos de 2019, Rivera marca determinadas pautas que le dan dimensión heroica a esta clasificación a semifinales. “Sólo hay dos canchas buenas para prepararnos. Y esta vez una de ellas tenía un aro roto. Quedaba solo una. Si miran nuestros uniformes podrán advertir que son viejísimos. Y tampoco tenemos entrenadores físicos, por lo que nuestro coach debe hacer de todo un poco”, describe.

“Nadie nos regaló nada: si estamos en semifinales es porque confiamos muchísimo en nosotros mismos. Por eso hemos conseguido lo que nunca antes había logrado nuestra selección”, enfatiza.

Más adelante, el jugador de la Universidad de Stetson, en la NCAA, narra una promesa de sus compañeros. “Estábamos permanentemente comunicados a través de los teléfonos personales. Y en el grupo me habían prometido que harían todo para que pudiéramos estar en el Final Four y yo pudiera sumarme. ‘Te dijimos que lo haríamos’, me dijeron mis compañeros. Y aquí, al llegar a Córdoba, percibí sensaciones y un clima que no habíamos vivido antes con este equipo”, se emociona.

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